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Amor Cuántico

La Transferencia y el Amor en el Psicoanálisis Lacaniano


En el seminario 21, Les non-dupes errent" Lacan, al tomar la cadena borromea, puede considerar al amor un medio. De diferentes maneras—en su sesgo imaginario, en su dimensión simbólica o en su cariz real—el amor configura uno de los modos en los cuales el sujeto se enlaza a un otro, sea este imaginario o simbólico.


El amor en el psicoanálisis lacaniano se presenta en diversas dimensiones que incluyen lo imaginario, lo simbólico y lo real. Estas perspectivas nos ofrecen una comprensión más profunda de cómo el amor se manifiesta y se transforma en el proceso analítico. Al considerar la transferencia como un fundamento del análisis, entendemos que el amor y el saber están intrínsecamente ligados, proporcionando una base sólida para el tratamiento psicoanalítico.


Mientras que Freud se enfoca en la repetición y resolución de conflictos inconscientes, Lacan amplía el concepto para incluir la estructura del deseo y el saber en el proceso de transferencia. Ambos enfoques ofrecen una comprensión profunda de la dinámica del amor en la relación analítica, proporcionando herramientas esenciales para la cura.



La Transferencia y el Amor en el Psicoanálisis Lacaniano


La transferencia es la vía principal de tratamiento en el análisis (Lacan, 1960-1961; 1962-1963); es el fundamento que permite el encuadre, la interpretación,sentido y el fin de análisis. Lacan nos ayuda a despejar el término de transferencia haciendo una conexión entre amor y saber. ¿De qué modo piensa Lacan al amor? El amor es un tópico fundamental en el psicoanálisis, y precisamente por no quedar reducido al campo de lo afectivo, aunque lo incluya. Pensemos que ya desde Freud la posibilidad del inicio de un trabajo analítico requiere cierta configuración de la transferencia que Freud sitúa como transferencia positiva, amorosa, motor de la cura, y que Lacan llamó “Sujeto Supuesto al Saber”, lo que implica esencialmente el modo en que el amor se juega allí, en sus vínculos con el saber.



Ahora hay en Lacan tres momentos distintos en donde se aborda el problema del amor:



   En su primera etapa, el amor cobra la forma de una dimensión imaginaria, esencialmente el amor narcisista. Este tipo de amor, por su función de velo, viene a obturar el impasse que caracteriza lo sexual en el hablante. Es un amor que se centra en la imagen del yo y la idealización de uno mismo. Este amor narcisista es esencial para entender cómo el sujeto se relaciona con su propia imagen y cómo esta relación puede actuar como un mecanismo defensivo, evitando enfrentarse a las verdaderas dificultades y deseos sexuales que permanecen ocultos.



   Posteriormente, y a partir del banquete de Platón, Lacan plantea otro sesgo del amor: aquel que consiste en la dimensión de la metáfora. Aquí, el amor implica una sustitución, la del amante por el amado. El amor se ofrece como un intento de velar la posición deseante del sujeto, presentándose como objeto del amor del otro. Aunque lo deseante entra en juego, el amor sigue siendo una forma de ocultar la verdadera naturaleza del deseo. Esta dimensión del amor muestra cómo el deseo del sujeto se desplaza y se estructura en relación con el Otro, utilizando el amor como un medio para organizar y comprender sus propias experiencias deseantes.


  A partir de la separación de dos campos de goce, uno fálico y el otro caracterizado como no-todo, Lacan aborda un sesgo más real del amor. Este amor no queda encandilado por las ilusiones de lo posible, sino que tiene en lo contingente su dimensión axial. Es la posibilidad de un nuevo amor que se enfrenta a la realidad y acepta la contingencia como su base. Este amor real permite al sujeto confrontar la falta y la imposibilidad inherentes a la experiencia humana, ofreciendo una forma de amor que es más auténtica y menos ilusoria.


En el seminario 21, Lacan, al tomar la cadena borromea, puede considerar al amor un medio. De diferentes maneras—en su sesgo imaginario, en su dimensión simbólica o en su cariz real—el amor configura uno de los modos en los cuales el sujeto se enlaza a un otro, sea este imaginario o simbólico. 


El amor en el psicoanálisis lacaniano se presenta en diversas dimensiones que incluyen lo imaginario, lo simbólico y lo real. Estas perspectivas nos ofrecen una comprensión más profunda de cómo el amor se manifiesta y se transforma en el proceso analítico. Al considerar la transferencia como un fundamento del análisis, entendemos que el amor y el saber están intrínsecamente ligados, proporcionando una base sólida para el tratamiento psicoanalítico.


Mientras que Freud se enfoca en la repetición y resolución de conflictos inconscientes, Lacan amplía el concepto para incluir la estructura del deseo y el saber en el proceso de transferencia. Ambos enfoques ofrecen una comprensión profunda de la dinámica del amor en la relación analítica, proporcionando herramientas esenciales para la cura.


Por un lado Freud enfatiza la repetición de relaciones pasadas y la posibilidad de resolver conflictos inconscientes a través de la transferencia amorosa. Según Freud, el amor de transferencia es una manifestación inevitable en el proceso analítico, y considera que este amor es un motor crucial para la cura, ya que permite que los deseos y conflictos inconscientes se hagan visibles y puedan ser trabajados en la relación analítica.


Lacan reinterpreta la transferencia como una estructura que revela la posición del sujeto en relación con el deseo y el saber, destacando sus dimensiones imaginaria, simbólica y real. Lacan introduce el concepto de "Sujeto Supuesto al Saber" para describir cómo el paciente atribuye al analista un conocimiento supuesto sobre su inconsciente, lo que facilita la transferencia y permite que el deseo del paciente se exprese y se interprete en el contexto analítico.


Ambos enfoques ofrecen una comprensión profunda de la dinámica del amor en la relación analítica, proporcionando herramientas esenciales para la cura. El amor, en sus diversas dimensiones, se convierte en un vehículo a través del cual el sujeto puede explorar y reorganizar sus deseos y conflictos, permitiendo una transformación auténtica y significativa en el proceso analítico.


El amor en el psicoanálisis lacaniano pensado através de las diferentes dimensiones del amor—imaginaria, simbólica y real—podemos entender cómo el sujeto se relaciona con su deseo y con el Otro, facilitando un proceso de transformación profunda y auténtica. 


La posibilidad de un trabajo analítico consiste en que el analista no sea una persona sino un lugar, es decir, en generar la posibilidad de que quien paga la sesión analice. En este sentido, el analista debe ocupar el "lugar del muerto" en el juego de bridge, manteniendo las cartas abiertas para que el analizante pueda tomarlas.


El analista se convierte en un Sujeto Supuesto Saber (SSS), ya que no sabe del deseo del analizante. Además, no es un sujeto en el sentido tradicional, ya que ese es el lugar a ocupar por el analizante. Lo supuesto es lo inferido, al suponer que el analista es quien sabe la verdad del sujeto, lo cual es falso. 


Esta dinámica permite que el analizante proyecte y explore sus propios deseos y conflictos, utilizando el espacio proporcionado por el analista para reorganizar su subjetividad. El analista, entonces, facilita este proceso sin intervenir con su propio deseo o interpretación, sino proporcionando un marco en el cual el analizante pueda descubrir y trabajar sus propias verdades inconscientes.



---------- Ya no duele, mi amor


Hoy he hecho las paces con la mentira y la desilusión.  

Me he comprometido con volver a vivir.  

Fue difícil; confieso que, por momentos, pensé que el dolor era eterno y el enojo incurable.


Ya no duele, mi amor.  

He aprendido a vivir con tu recuerdo  

y, en ocasiones, tu imagen en sueños.  

Ya no duele como antes, mi amor.  

Hoy de nuevo puedo respirar y escribir.


Ya no duele, mi gran amor.  

Me enseñaste a sostener que el que gana es el que más ama.  

Te fuiste sin despedidas, decías que no te gustaba decir adiós.  

Lo entendí tarde, me protegías, pero ya no duele.


Ya no duele, amor, sin importar si yo te construí o todo fue una gran mentira.  

Tal vez, solo tal vez, fue la única verdad creada a dos.


Ya no duele, mi amor.  

Hoy solo sé que esta verdad, como el secreto,  

lo llevaremos en el corazón y jamás en la razón.  

Ya no duele, mi amor, porque sé que, aunque sepas que lo que escribo es para ti,  

harás como siempre: lo leerás y dirás, ¿a quién le escribe?


Ya no duele, mi amor.  

La noche ha pasado y la madrugada fue fría y dura sin tu mirada  

y con el recuerdo de tus pies helados.  

Pero ya no duele, mi amor.  

Solo te amé y después te amé descontrolado y loco,  

tanto que te asusté y te alejé.  

Pero ya no duele porque está bien estar enamorado e incómodo.


Pero ya no duele que pretendas que nada pasó,  

que pretendas que no fuimos un momento en el mismo mar.  

Sé que seguirás pretendiendo que no me amaste tanto para confiar en mí,  

pero también eso ya no duele, mi amor.


Estoy vivo y en casa, mi amor,  

esperando tu regreso por el mismo camino que te vi partir sin despedirte.  

Estoy vivo y ya no duele, mi amor.  

La vida ahora me invita a estar sin tu voz, pero ya no duele...


Solo queda en mi corazón la memoria del último debate que tuvimos,  

intelectual, de cuerpo a cuerpo y beso a beso.  

Ahora te toca a ti ponerle a esto un último punto después de tantos pequeños puntos,  

el punto final, pero… ya no duele, mi amor.



ByOs ⭕️


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