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El Triángulo Rojo y el Punto de Deseo


Esto es lo que todos los analistas de la escuela de "La psicoanálisis de hoy" llaman, en ese lenguaje falso tomado de la psicología, "la alianza con la parte sana del yo", es decir: ¡engañémonos juntos!


Si hay algo que intento reintroducir, que permite al analista llegar a algo más que a una identificación del sujeto indeterminado con el sujeto supuesto saber, es decir, al sujeto del engaño, es en la medida en que recuerdo lo que incluso aquellos que tienen esta teoría saben en la práctica: es que hay un tercer jugador, y que el tercer jugador se llama la realidad de la diferencia sexual.


Es porque, ante esta realidad de la diferencia sexual, el sujeto que sabe - que no es el analista sino el analizado - se ha constituido desde hace mucho tiempo en su propio juego, aquel que ha durado, comenzado y culminado, hasta el análisis [...] necesario de dos sujetos:



  • del sujeto dividido: de un lado sujeto, y del otro lado: saber, pero no juntos,

  • y de eso por lo cual no puede aprehenderse más que como caído y decaído de la realidad, de la cual no quiere ni puede saber nada,

  • en eso que hace que siempre el hombre tiene que huir de lo imposible de la realidad sexual,

  • en eso que es el suplemento lúdico y al mismo tiempo la defensa,

  • eso que conocemos en la forma de lo que se revela en el fantasma,

  • eso en cuanto la causa es la puesta en juego del sujeto bajo la forma de ese objeto de la relación de objeto, puesta en juego entre los dos términos subjetivos opuestos del sujeto y del saber inconsciente. Ver grafo ByOs


Esta sustitución del (a), del objeto de desecho, del objeto de caída - a eso de lo que se trata: la realidad de la relación sexual - es lo que da su ley a esa relación del analista con el analizado, en el sentido de que lejos de tener que contentarse con alguna "repartición equitativa de las apuestas", se enfrenta a algo, donde se encuentra bien en una posición de oposición a su pareja.


Como en todos los casos donde no hay en el juego una solución de acuerdo, se enfrenta a un compañero en la defensiva pero cuya defensiva es peligrosa y prevaleciente en esto que, contrariamente a lo que muchos imaginan, esta defensiva no está dirigida contra él, el analista: lo que hace su fuerza es que está dirigida contra el otro polo, el de la realidad sexual.


Es imbatible precisamente en esto: que al no haber de hecho solución, la astucia del líder del juego, si el analista puede merecer ese nombre, no puede ser más que de esto: de hacer llegar, de despejar, de esa defensiva, una forma siempre más pura.

Y eso es lo que es el deseo del analista en la operación.

Llevar al paciente a su fantasma original, no es enseñarle nada: es aprender de él cómo hacer.


El objeto(a) y su relación en un caso determinado con la división del sujeto, es el paciente quien sabe hacerlo, y nosotros estamos en el lugar del resultado en la medida en que lo favorecemos.


El análisis es el lugar donde se verifica de manera radical, porque muestra la superposición estricta, que el deseo es el deseo del Otro.


No porque al pa/DE/ciente se le dicte “el deseo del analista”, sino porque el analista se hace el deseo del “pa/DE/ciente”. Parafraseando al estimado Marcelo Perez

Eso es lo que les es expresado por el pequeño triángulo rojo, que les muestra en qué espacio virtual del lado del Otro - lugar ocupado por el analista - se sitúa el punto de deseo, es decir, en el polo estrictamente opuesto al lugar donde yace lo imposible de la realidad del sexo. Ahí es, donde yace el supremo de la astucia analítica, y es solo ahí donde puede ser alcanzada.


Es solo en esta mira y en la medida en que el analista esté absolutamente suavizado, que puede pasar algo de lo que constituye, propiamente dicho, la única ganancia concebible.

Es solo en el punto donde va al máximo lo que hace que el saber se constituya como el guardián - pero entiéndanlo en el sentido de sirviente - de ese rechazo de la realidad sexual, de esa intimidad más profunda αἰδώς [aïdos], de esa vergüenza radical, es precisamente en ese punto donde esa vergüenza puede traicionarse.


Es que esa guardia sea llevada a su punto más perfecto, lo que puede dejar pasar algo de un falta de guardia, porque esa realidad del sexo, ella, no se supone que sepa.

Y es ahí donde dejaré oscilante la cuestión de las últimas posiciones subjetivas:


"¿Sabe o no sabe, esa suprema vergüenza?"


Hay quienes creen, que sabe. Pero ¿cómo saber lo que sabe?


Si no en ese nivel del Otro -Autre, donde va a surgir la sombra de ese significante todopoderoso, de ese nombre supremo, del omnisciente que siempre ha sido la trampa, el lugar elegido de la captura, para aquellos que necesitan creer. Como todo el mundo sabe lo que significa "creer":

puede querer decir, siempre quiere decir - incluso la gente que cree lo afirma y lo dice, es la teoría fideísta - solo se puede "creer" en lo que no se está seguro.


Aquellos que están seguros, pues precisamente no creen, no creen en el Otro- Autre, están seguros de “La Cosa”, esos son los que toman postura psicótica.


Y es por eso que es perfectamente posible... contrariamente a lo que alguien de esta Escuela escribió acerca de La historia de la locura de Michel FOUCAULT, a quien solo se le puede reprochar una cosa, es de no dar de la psicosis esta formulación, por no haber asistido a mi seminario sobre el Presidente SCHREBER [Seminario 1955-56: "Las psicosis..." Seuil, Paris, 1981]


...hay un discurso perfectamente coherente de la locura, se distingue en esto: que está seguro de que “La Cosa sabe.”


Les dejaré en este punto - son las dos - donde les he llevado hoy.

¿Qué debe ser, qué puede ser ese deseo del analista, para mantenerse a la vez en ese punto de suprema complicidad, complicidad abierta? Abierta a qué? ¡A la sorpresa! Lo opuesto de esa espera donde se constituye el juego en sí, el juego como tal, es lo inesperado.


Lo inesperado no es el riesgo.


Uno se prepara para lo inesperado.


Lo inesperado mismo, si me permiten un momento de volver sobre ese esbozo de estructuración -para-euleriana {para-eulérienne} que he intentado darles como necesario al menos para ciertos conceptos, a saber, “el ocho invertido”, porción cuyo campo externo es esa banda de Möbius que necesariamente debe atravesarla.


La porción, verán que lo inesperado encuentra su aplicación admirable.

Porque ¿qué es lo inesperado sino lo que se revela como ya esperado pero solo cuando llega?


Lo inesperado, de hecho, atraviesa el campo de lo esperado.


Alrededor de ese juego de la espera, y enfrentándose a la angustia, como el mismo FREUD, en textos fundamentales sobre este tema lo ha formulado, alrededor de ese campo de la espera, debemos describir el estatus de lo que es el deseo del analista.

Es eso lo que retomaré en quince días ya que la próxima vez, tendremos un seminario cerrado. J. Lacan 



Extracto compilado por ByOs - Dr. Oliver Salas


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